24 jul 2024

Siervo. Tercera parte.

La mañana de aquel martes se me había pasado volando.

Disfrutaba de la compañía de toofast, de las risas, de las confidencias y de sus “ataques cardiacos”. Segundos antes de las dos, mi sumiso me escribe para decirme que ya ha llegado.

Más tarde de lo previsto, pero ya está en Madrid, y rápidamente pone rumbo al apartamento donde le estoy esperando, con una compañía que no se imagina.

Pronto suena el timbre, y es toofast el que abre la puerta con una cordial presentación.

Me quedo un tanto apartada, quiero ver su cara y disfrutar de ese momento de desconcierto.

Pero como dije en otros posts relativos a este viaje, no vuelvo a preparar nada.

Se dirige a mí, tan pichi… Me saluda como siempre lo hacemos, y soy yo la que me quedo un poco a cuadros.

Siervo… toofast, toofast, siervo…

Ahora sí, su cara de sorpresa. Esto me va gustando más. Mucho más. Incluso puedo aprovechar para pinchar un poco, pero Toofast sale rápidamente en su rescate. Esto de la “solidaridad sumisil” es un poco fastidio a veces.

Breve charla.

Me gustan los abrazos múltiples, y me siento muy afortunada. Quiero más de esto, con más calma.

Toca despedirse antes de lo que me habría gustado, pero hay que comer y tenemos que hacerlo por separado (debería agradecerlo).

La verdad es que toofast me cuida bien. Y el resto del tiempo que compartimos a solas, vuelve a volar.

Al poco de despedirme de él, siervo me avisa de que ya está disponible.

Salgo del apartamento con intención de ir a tomar algo, pero… la necesidad nos hace volver rápido y disfrutar de nuestro primer momento a solas.

Porque sí, nos necesitamos. Y aunque en público haya mucho de nosotros, hay cosas que en privado saben mejor.

De nuevo en la calle, buscamos un lugar tranquilo. Tanto, que cuando lo encontramos, hasta nosotros hubiéramos salido corriendo. Pero lo bueno de estar juntos, es que en cualquier tontería encontramos algo para disfrutar.

No tardamos en volver.

Traspasar ciertas puertas acercan nuestra realidad. Esa en la que tenemos todo. La verticalidad más evidente, mientras él está en el suelo y la menos, cuando compartimos sofá y charla…

Esas que son necesarias, abriéndonos y buscando poder dar más pasos con los que avanzar hacia lo que ambos queremos.

Soy tan libre cuando estoy con él, que hasta mis miedos llegan a parecer un tanto absurdos.

Toca el momento cena. Yo creo que mi sumiso ya se espera cualquier cosa para que la retrase o directamente, la elimine de nuestra rutina…

… Así que es divertido ver como se arma de valor para negarme salirme con la mía …

Y me obliga a subir la apuesta. Hay que tener recursos con este hombre y ganarle siempre es un lujo. Más, si acabo doblemente complacida.

Su mirada traspasándome es uno de mis mejores premios.

Pero quiero más… Lo quiero todo, y con él, todo nunca es suficiente…

Si tengo que cenar, quiero disfrutar del menú y la verdad es que la comida me importa una mierda. Es con él con quien deseo relamerme.

Y si ahora, casi dos semanas después, mientras escribo esto, cierro los ojos y recuerdo ese momento, imaginad como de intenso pudo llegar a ser.

Gracias sumiso, por hacer tan placenteras mis obligaciones.

El cansancio nos vence horas después.

*** Miercoles ***

Su despertador nos sorprende a ambos y parece que la cena no fue suficiente. Seguíamos teniendo hambre de aquello que apenas habíamos empezado a degustar la noche anterior.

Poco a poco nos alimentamos con un juego intenso y profundo. Creo que hay cosas que he empezado a probar y que no pensé que tuviera tantas ganas de seguir devorando.

Y me parece que mi sumiso también disfruta mucho con el nuevo menú.

Tardamos rato en darnos cuenta de que ni habíamos desayunado y que un café nos hacía buena falta.

Me resulta muy curioso cuando cruzamos ciertas puertas. Todo lo que se queda dentro y la absoluta normalidad con la que nos comportamos después, saboreando la resaca de lo que hemos vivido.

Pero sin duda hay sonrisas que ocultan grandes secretos.

Regresamos a cumplir obligaciones de las menos placenteras. Y sentada en el sofá, disfruto de tenerle ahí.

No es necesario que hagamos nada, esa ya es una gran suerte.

Hay que volver a comer… Y mi chef particular se aplica todo lo posible, o al menos, lo que le dejo, porque me encanta hacer lo necesario para tenerle entretenido en tan complicada tarea.

La verdad es que comer me parece un desperdicio de tiempo cuando estoy a su lado, pero él, hace todo lo que está en su mano para que yo disfrute de ese momento y lo consigue. Con lo más simple, convierte en mágicos unos minutos que yo borraría si pudiera, haciendo que no quiera cambiarlos por nada.

Mi cita avisa de su llegada, y aunque tengo muchas ganas, la verdad es que me cuesta separarme de mi sumiso.

Aun así, disfruto muchísimo de la compañía y un poco más, cuando unas horas después, y, a pesar de estar un tanto concentrada en otros asuntos, veo a mi sumiso aparecer discretamente y observar desde no demasiado lejos una escena que no es del todo casual.

(“Touché … Mi Dueña… Touché”. Sí, puedes sonreír)

Pero ese rato no puede ser más divertido. Dos personas tan diferentes, compartiendo cierta complicidad.

… Esto sí … Así, sí.

Creo que, de poder, disfrutaría de eso durante horas. De cada gesto, de cada detalle, de todas y cada una de las veces que pienso que no puede ser real.

Pero lo es. Real, y jodidamente especial.

Hasta cuando toca despedirse y mi sumiso facilita ciertos caminos. Él es así (Y no me puede gustar más que lo sea).

Volvemos a la tranquilidad de ser dos. Comentamos la jugada brevemente y después de un pequeño chantaje, accedo a cenar fuera.

Y aunque el menú es perfecto, lo que de nuevo saboreo, es compartirlo con él. Lo que tenemos en cualquier sitio y que solo nosotros sabemos.

Esa complicidad en la que nada es lo que parece. Y lo que parece, es inimaginable para los ojos ajenos.

Me encantan estos ratitos donde surgen conversaciones diferentes, que no tenemos en nuestro día a día para no robarnos ese tiempo que compartimos y en las que siento, que comprende mucho más de lo que hay detrás de mis decisiones.

Disfrutamos del resto de la noche, que siempre resulta corta y amanecemos sabiendo que nos quedan horas juntos.

Nunca seré capaz de fingir cuanto me fastidia decirle adiós.

Pero… parece que la mañana nos tenía reservado el mejor momento. Bueno, uno de ellos porque no podría quedarme solo con uno…

Palabras que son puñetero oro en su boca y que me traspasan cada vez que las recuerdo.

“Hasta pronto, sumiso”

La puerta se cierra, y empieza otra cuenta atrás…

21 jul 2024

Mi collar.

Desde octubre del año pasado, cuando mi sumiso y yo decidimos probar con eso del Locktober hubo algo más que llegó para quedarse.

Cuantas cosas pueden pasar en un mismo espacio. Ahora que escribo esto, y nuestro encuentro está cada vez más cerca y que casualmente repetiremos alojamiento, me doy cuenta de que fue ahí donde empezó todo.

Como os decía, siervo disfrutó de un placentero octubre de 2023. Mi querido “Gusiluz” colaboró en hacer que tuviera sensaciones más intensas. Todo buen cinturón de castidad tiene que tener su candado, y su correspondiente llave.

Fue un encuentro donde mi sumiso tuvo varios detalles conmigo. Coincidió con mi cumpleaños, y parece que fui una buena Dueña ese año. Así que, a los regalos propios del aniversario, se unió la llavecita de su cb.

No sabría decir cuál de todos provocó la mayor sonrisa, pero sin duda, aquel, fue el más especial.

Por su simbolismo, que, podemos llevar mucho más allá de la castidad propia de esos días:

La primera vez que hacíamos aquello. La fortuna de compartirlo juntos. Toda la intensidad añadida que provocó el jueguecito.

En fin, que esa llave tan pequeña, tenía una gran carga detrás.

¿Cómo no lucir algo así?

Creo que no he vuelto a ir a un evento bedesemero sin llevarla en mi cuello.

Se habla mucho del collar de los sumisos, pero poco del orgullo que también podemos sentir los Dominantes cuando llevamos un símbolo así.

Es fácil ver como las miradas se dirigen ahí. Sin que haga falta decir nada, se conoce el significado y lo que implica.

Él es mío sí, pero llevar eso también me hace suya.

Y aunque sea políticamente incorrecta y a más de uno le pueda reventar la neurona al leerlo:

Me encanta serlo.

Soy Su Dueña. Y, puede que muchos crean que un sumiso no puede “poseer”, que la pertenencia es solo cosa de Dominantes, pero…

Si es la primera vez que llevo algo así, ¿será porque él se lo ha ganado?


 

17 jul 2024

Deseo. Segunda parte.

Miércoles.

Disfruto de una extraña naturalidad al lado de mi sumiso. Esa que a pesar de lo normal que podría parecer para otros ojos, está llena de detalles para nosotros.

Sin embargo, estoy pendiente del reloj y, diría que no soy la única. Supongo que nota las ganas que tengo de esa cita.

15:39

Ha llegado y me lo hace saber.

Últimos retoques, despedida y vamos a por la “segunda ronda”.

Habían pasado un par de meses desde el anterior encuentro, y el buen rollo se había mantenido a pesar de las distancias necesarias.

Siempre agradeceré que alguien anteponga mis necesidades a sus deseos, y este era el caso más evidente con el que me había encontrado en los últimos tiempos. Y me había sorprendido, mucho y bien.

Salgo del portal, miro a ambos lados y detrás del portero que limpia la calle veo una sonrisa que intenta disimular una cara de nervios.

Siento como tiembla cuando cumple su promesa. No seas bruja, aún no. Dale un poco de calma…

Empezamos bien.

Caminamos buscando un sitio tranquilo. El recorrido se hace corto entre risas y cercanía y alguna sorpresa que no me esperaba.

Se repiten las buenas sensaciones de la primera vez.

Encontramos un sitio agradable. Hay sol, calor y no solo por la fantástica temperatura de la capital. Yo también pago lo que debo.

Algún fallo tonto que me permite ver como baja la mirada.

Qué agradable puede ser lo más simple. Esa cuerda que aprieta sutilmente mientras la presa se enreda poco a poco y casi sin notarlo.

Y qué gustazo recuperar algunas sensaciones tan perdidas. Arrinconadas por momentos poco afortunados.

Parece que Madrid me sienta bien… ¿O no será Madrid?

Las cosas fluyen.

Miramos el reloj con cierto miedo porque pase demasiado rápido. Y la verdad es que lo hace.

Comienza un divertido juego, él pregunta, yo respondo… O eso piensa. Es un libro abierto que deja ver sus páginas sin darse cuenta.

Echaba de menos este tipo de caza.

Toca cambiar de lugar. Eso de que me concedan mis caprichos es realmente satisfactorio y más si en el camino se muestran otro tipo de necesidades.

Gestos que no pasan desapercibidos. Había olvidado que a veces hacer las cosas bien es muy sencillo.

Me relamo literalmente con mi premio. Con el que disfruta mi boca, aunque hasta eso puede ser muy ambiguo, y con el que se produce poco después cuando mi sumiso se une a la cita.

 

 

Vuelve a ser un lujazo verlos juntos. Parece que se conocen más de lo que lo hacen y me siento una intermediaria nada forzada.

Puedo ser yo con ambos. Sin tener que disimular ni preocuparme por que haya alguna incomodidad.

De eso ya lo hacen ellos y no negaré que me divierte un poco, aunque en algún momento me gustaría profundizar sobre ello.

La cita toca a su fin, caminamos de vuelta y en una de esas situaciones curiosas se deja ver, sin pretenderlo, intentando dar lo mejor de sí mismo. Y me encanta lo que veo.

La despedida llega con un “hasta la próxima”, porque sí, habrá más.

14 jul 2024

Paseando por Raíces.

Esta mañana en mi tortura particular, mientras “Thunderstruck” conseguía mantenerme despierta, he visto a lo lejos un tipo trajeado.

“No puede ser” es lo primero que he pensado.

A estas tempranas horas mi neurona rinde lo necesario y, salvo para cumplir con las obligaciones de Dueña, intento no desconcentrarme de otras y pienso lo justo en mi sumiso.

Así que eso fue un aviso en toda regla:

“Da igual lo que hagas, algo te lo va a recordar”

Ambos seguimos caminando y el cruce va a ser inevitable. Agradecí haberme molestado un poco y estar lo suficientemente maquillada como para que mi cara de sueño no se note demasiado…

Y vuelvo a pensar en mi sumiso.

En nada, abriré una puerta. Una que ya conocemos. Y ahí estará, mi trajeado particular.

Podré tener, y tengo, ganas de muchas cosas…

… Pero esa primera mirada que nos cruzamos, esa en la que ambos sonreímos con los ojos sin decir nada. Breve, muy efímera, un instante antes de romper el silencio con un saludo más formal.

Hay una lista de esas cosas, quizás menos importantes aparentemente, pero de la que no sacaría nada.

Cuando me cruzo con el trajeado desconocido, creo que la sonrisa de imbécil que ha provocado pensar en mi sumiso, le hace creer lo que no es, y me da unos amables buenos días a los que respondo cordialmente, que hay que ser educada.

Pienso en cuantas cosas pasamos por alto, o que quizás compartimos menos porque no suenan tan “morbosas” o bedesemeras.

Ese miedo a exponer una parte más emocional que física. Parece que en la D/s, la única entrega es la que se consigue a base de azotes o humillaciones.

¿Pero cuánto no hay de vínculo en estas pequeñas cosas? Una mirada, un abrazo, una simple caricia en un momento necesario que transmita tranquilidad.

No sé por qué, pero me doy la vuelta. Y ahí está, el tipo del traje ha hecho lo mismo y los dos nos reímos…

Ayer alguien me decía que soy una “Dómina rara”, pero yo me niego a pensar que lo raro sea compartir tantas y tan diferentes cosas con quien está a tu lado, y no darles la importancia que se merecen.

No es fácil construir una relación, y menos que haya una sensación de confianza absoluta como para pasar por alto, y no apreciar todos esos pequeños gestos que forman parte necesaria de esa unión.

Sí, me muero de ganas de azotarle y ver como se retuerce, pero también de abrir esa puerta y que no haya nada más que su sonrisa. Son cosas perfectamente compatibles.

Por cierto, me vine de mi caminata con un teléfono y una propuesta de desayuno. Para que digan que hacer deporte es aburrido.

10 jul 2024

Toofast. Primera parte.

 ¿Me reconocería? Qué tontería Isthar, tienes la foto de perfil del WhatsApp.

Me había venido un poco arriba con aquel vestido, y mientras le esperaba entre los cabezones de Atocha, pensaba que, si tardaba mucho, me plantaba la cazadora en menos de lo que canta un gallo.

Pero no, por fin sale.

10 años después ahí está. Toofast.

Me parece que nota en mi abrazo cuantas ganas tenía de verle. No me creo que estemos ahí.

Una llamada interrumpe nuestro encuentro. Veo sus caras de circunstancia y como trata de resolver el asunto lo antes posible.

Es tan él…

Compartimos mesa y desayuno. Me siento un tanto observada, aunque a estas alturas debería acostumbrarme.

¿En serio hace 10 años que no nos veíamos? Pinchadme, porque sigo sin creérmelo.

Y como de costumbre, no está dispuesto a obedecer (Creo que me guarda algún rencor).

Un breve paseo y un taxi nos llevan a un lugar más discreto y tranquilo.

O debería haberlo sido, porque el reloj de su muñeca avisaba con frecuencia de que le subían las pulsaciones.

Con que poco puedo llegar a divertirme tanto.

Da igual cuanto hayamos hablado por teléfono en este tiempo, aún había cosas que contarnos, pero mirándonos suenan mucho mejor.

Cuanto echo de menos a este tipo y como agradezco que siga ahí, de la forma en la que siempre ha sabido hacerlo.

El reloj se va acercando a una hora marcada. ¿Puede que esté un poco nervioso?

No va a reconocerlo. Pero sé que tiene curiosidad.

Es la primera vez que va a conocer a alguien que está a mi lado de una manera parecida a la que él lo estuvo. Sabe como de importante es para mí…

Y creo que hasta sabe lo que no le cuento. Es lo que tiene conocerse tanto.

Nuestro encuentro a tres es demasiado breve. Me hubiera gustado mucho verlos interactuar más tiempo.

Sé que habría acabado escaldada, pero hay sufrimientos que estoy dispuesta a soportar.

Nos vamos a comer (hay obligaciones que algunos no me dejan saltarme) e incluso en aquel peculiar restaurante, podemos tener algo de lo que seguimos compartiendo.

Qué fácil es todo cuando no hay nada de lo que preocuparse.

Disfruto del menú, tanto que como más de lo que debo.

Aprovechamos el tiempo que nos queda juntos y la despedida llega demasiado rápido.

Todo lo bueno es breve, o eso dicen.