17 jul 2024

Deseo. Segunda parte.

Miércoles.

Disfruto de una extraña naturalidad al lado de mi sumiso. Esa que a pesar de lo normal que podría parecer para otros ojos, está llena de detalles para nosotros.

Sin embargo, estoy pendiente del reloj y, diría que no soy la única. Supongo que nota las ganas que tengo de esa cita.

15:39

Ha llegado y me lo hace saber.

Últimos retoques, despedida y vamos a por la “segunda ronda”.

Habían pasado un par de meses desde el anterior encuentro, y el buen rollo se había mantenido a pesar de las distancias necesarias.

Siempre agradeceré que alguien anteponga mis necesidades a sus deseos, y este era el caso más evidente con el que me había encontrado en los últimos tiempos. Y me había sorprendido, mucho y bien.

Salgo del portal, miro a ambos lados y detrás del portero que limpia la calle veo una sonrisa que intenta disimular una cara de nervios.

Siento como tiembla cuando cumple su promesa. No seas bruja, aún no. Dale un poco de calma…

Empezamos bien.

Caminamos buscando un sitio tranquilo. El recorrido se hace corto entre risas y cercanía y alguna sorpresa que no me esperaba.

Se repiten las buenas sensaciones de la primera vez.

Encontramos un sitio agradable. Hay sol, calor y no solo por la fantástica temperatura de la capital. Yo también pago lo que debo.

Algún fallo tonto que me permite ver como baja la mirada.

Qué agradable puede ser lo más simple. Esa cuerda que aprieta sutilmente mientras la presa se enreda poco a poco y casi sin notarlo.

Y qué gustazo recuperar algunas sensaciones tan perdidas. Arrinconadas por momentos poco afortunados.

Parece que Madrid me sienta bien… ¿O no será Madrid?

Las cosas fluyen.

Miramos el reloj con cierto miedo porque pase demasiado rápido. Y la verdad es que lo hace.

Comienza un divertido juego, él pregunta, yo respondo… O eso piensa. Es un libro abierto que deja ver sus páginas sin darse cuenta.

Echaba de menos este tipo de caza.

Toca cambiar de lugar. Eso de que me concedan mis caprichos es realmente satisfactorio y más si en el camino se muestran otro tipo de necesidades.

Gestos que no pasan desapercibidos. Había olvidado que a veces hacer las cosas bien es muy sencillo.

Me relamo literalmente con mi premio. Con el que disfruta mi boca, aunque hasta eso puede ser muy ambiguo, y con el que se produce poco después cuando mi sumiso se une a la cita.

 

 

Vuelve a ser un lujazo verlos juntos. Parece que se conocen más de lo que lo hacen y me siento una intermediaria nada forzada.

Puedo ser yo con ambos. Sin tener que disimular ni preocuparme por que haya alguna incomodidad.

De eso ya lo hacen ellos y no negaré que me divierte un poco, aunque en algún momento me gustaría profundizar sobre ello.

La cita toca a su fin, caminamos de vuelta y en una de esas situaciones curiosas se deja ver, sin pretenderlo, intentando dar lo mejor de sí mismo. Y me encanta lo que veo.

La despedida llega con un “hasta la próxima”, porque sí, habrá más.

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