3 jul 2024

De Madrid...

 Pues ya ha vuelto a pasar…

Cada vez estoy más convencida de que el tiempo vuela demasiado rápido, y que, aunque intentes disfrutarlo al máximo, nunca es lo suficiente.

Un resumen de mi último viaje a Madrid, dejándome muchas cosas en el tintero que iré ampliando.

No vuelvo a preparar nada. Nunca me sale bien.

Como comenté, en este viaje contaba juntar a toofast y a siervo. Algo que me hacía muchísima ilusión y que, en principio, parecía sencillo.

Dejó de serlo cuando mi sumiso me escribió para contarme que le había surgido algo de última hora y que tenía que cambiar su plan.

Respiro hondo y me resigno. No queda otra.

toofast llega a Madrid temprano. La verdad es que tengo tantas ganas de verle, que me como el madrugón y me voy a buscarle a Atocha (que nadie me diga que las Dominas no nos esforzamos…).

Hay cosas que no suelen pasar, pero lo hacen cuando no deben. De nuevo mi idea original se jode porque los señores del AVE deciden cambiar las salidas del tren.

Venga, no pasa nada. Retrasamos un poco el encuentro, pero llega.

Y lo hace como si hubieran pasado días sin habernos visto, y no la friolera de 10 años.

Desayuno, risas… Y complicidad.

Una mañana que vuela.

Toca la segunda parte. Ese encuentro que iba a ser más largo, pero se reducirá al máximo. ¿Algo puede salir mal? Sí. El tren de mi sumiso llega tarde.

Si ya iba a ser breve, tendría que ser fugaz.

Y al final, creo que hasta debería dar gracias porque se entienden demasiado rápido. Algo me dice que habría acabado perjudicada.

Aun así, me muero por repetirlo. Disfrutar de ambas compañías. Y de esa normalidad que tanto he agradecido en este viaje.

Después de una agradable comida con toofast, toca despedirse. Ha sido demasiado corto y no puede pasar tanto tiempo.

Pronto lo solucionaremos, si todo va bien.

Mi sumiso acaba sus compromisos y vuelve para que tengamos un momento aparentemente normal. O eso pensábamos.

En fin, que nos conformamos con estar juntos. Con eso es suficiente.

Con eso … Y con lo que compartimos. Aunque el tiempo vuele, lo estiramos y, sobre todo, lo disfrutamos.

Una primera velada para el recuerdo. Dando pasos que podrían parecer complicados, pero que resultan perfectos.

Amanece pronto, y no tardamos en desayunarnos. Un menú nuevo, y muy completo.

La mañana vuela, clase práctica de cocina y una comida que me parece estupenda porque él está a mi lado.

De nuevo, aprovechando las responsabilidades de mi sumiso, nos separamos un rato.

Pero no para quedarme sola.

Mi siguiente cita llega casi puntual. Aquí no había mucho margen de error, y lo agradezco.

Tanto como sorprenderme de estar disfrutando desde el primer minuto.

Parece que hay quien es capaz de conseguir que ciertas puertas se abran.

Adoro Madrid, y el calor que siempre me ofrece.

Calor, cercanía, respeto y cuidado… Los pequeños detalles se aprecian mucho más cuando has dejado de recordar lo especiales que pueden llegar a ser.

Reconozco una parte de mí que había apartado un poco y me divierto haciéndolo. Me lo pone realmente fácil, aunque tuviera que ser yo la que hiciera de GPS.

El reloj corre sin darnos cuenta. Había una promesa que cumplir y no costó nada hacerlo.

Es raro que a mí me apetezca comer algo, pero ya lo saboreaba antes de probarlo.

Mi sumiso se une.

De nuevo no tengo más remedio que sorprenderme por lo fácil que resultan algunas cosas. Mis miedos anteriores se evaporan entre el buen rollo que ellos desprenden, y me siento muy cómoda siendo el nexo de unión.

… Quien me lo iba a decir…

No me podría haber imaginado que la tarde iba a ser así. Que la iba a disfrutar como lo hice, y que me dejara tan buen sabor de boca (Y no solo por el croissant y la “carrot cake”).

El día termina compartiendo distancia con mi sumiso en una mesa que resultaba grande. Pero solo física, porque nos da la oportunidad de acercarnos de otras formas.

De vuelta al apartamento, somos nosotros. Sin espacios de por medio. Nos dejamos llevar y todo es tal y como tiene que ser.

Amanece de nuevo. Lo bueno se acaba.

Parece que nos negamos a aceptarlo y compartimos uno de esos momentazos del encuentro. Una de esas primeras veces.

Escuché algo de su boca que sigue resonando.

Las despedidas nunca son fáciles, pero tienen que llegar…

Ha sido un viaje muy especial. Ya, sé que casi siempre digo lo mismo, pero es que tengo la sensación de que cada vez supera a la anterior y me encanta que sea así.

Regreso con ganas de más. De mucho más, y sabiendo que lo tendré.

Gracias a los tres, por haberlo hecho así de fácil, de sencillo. Por darme la oportunidad de volver a creer que es posible que lo normal sea así.

….

** Continuará **

 


 

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