13 dic 2023

Un gusano de lo más tierno.

Si aquel 4 de octubre, cuando compartí en mi blog que siervo y yo íbamos a vivir nuestro primer Locktober, me dicen que volvería a escribir sobre ello y con una sonrisa cruzando mi cara, podría haber jurado que a alguien se le habría ido la cabeza.

Sin embargo, aquí estoy a 17 de noviembre, sonriendo de la manera más boba en la que se puede sonreír y recordando fechas que no me resultan tan lejanas porque el locktober dio mucho de sí.

Incluso más de lo que ninguno nos habríamos planteado cuando decidimos compartirlo, como mi sumiso se atrevió a vaticinar en el primer correo del peculiar diario que me ofreció:

“Me da a mí que nos va a llevar a descubrir terrenos interesantes.”

¿Por dónde empiezo?

Tal y como comenté en aquel post, la idea principal era la de compartir algo diferente, que ninguno de los dos habíamos vivido antes.

Compartir y aprender.

Solo con eso ya el éxito habría estado asegurado, pero la verdad es que no pudo ser más perfecto.

Las cosas hay que hacerlas bien, mi sumiso es consciente de ello, y aunque no hubiéramos hablado de ello, ni pensado que fuera totalmente necesario para cumplir el reto, me obsequió con mi ya adorado “gusiluz”.

Se compró una jaula de castidad, no una cualquiera, a ver si es que nosotros vamos a ser del montón. Hasta eso tenía que ser especial.

Desde el primer día mi mente voló hacia cosas en las que nunca había pensado. Fantaseé con algunas que ni me habría imaginado y todas me parecían perfectas.

Además, la casualidad quiso que pudiéramos vernos más o menos a mitad de aquel reto y eso lo hacía más intenso.

Pero bueno, me estoy adelantando mucho.

¿Cómo resumir la primera semana?

Anecdótica: todo lo que pudo estar en su contra para no disfrutar de su castidad, como se supone que manda el reto, ocurrió.

Pobrecito mío. Él deseando estar jodido y sin conseguirlo como quería.

(Aviso: no busquéis detalles morbosos en este post, porque no los habrá. Solo escribo para compartir y guardar un recuerdo de algo que compartimos).

En la segunda ya vino lo interesante.

Esa libertad de la que siempre había disfrutado y que a mí no me había importado, se echaba de menos. Algunos “síntomas” comenzaban a entrar en juego, a veces de manera natural y otras un tanto inducidos por alguna mente un tanto cabrona.

Saber que nuestro encuentro estaba mucho más cercano, también disparaban las ganas. Se abría un mundo de posibilidades y queríamos disfrutarlas todas.

Lo que ninguno pensamos es que, al final, nos quedaríamos con la que menos podríamos imaginar.

Pero vuelvo a adelantarme.

"Es que no me la hago porque no quiero.  Que no quiero porque tú me has pedido que no lo haga, de acuerdo, pero es que no quiero porque yo no quiero dejar de compartir esto contigo." 

Si algo he aprendido con el locktober, es que lo que menos importancia tiene es correrse o no hacerlo. (Sí, sumiso, lo he vuelto a hacer y además en público)

Y me diréis que es una contradicción, y no negaré que pueda sonar así, pero realmente creo que lo que entra en juego y de manera mucho más importante no es el hecho de hacerlo o no, es por qué no se quiere hacer.

Ahí es donde está la base de todo. Esa conexión que hace que el deseo pase de lo físico a lo mental, y que se transforme en una excitación que hacer desear mucho más lo físico, sabiendo que no se podrá tener…

Un bucle infinito que se retroalimenta constantemente entre el instinto más básico y lo más emocional.

 


Entrábamos así en la tercera semana. Esa en la que nos veríamos y que además marcaba una fecha en el calendario, mi cumpleaños.

Mi sumiso en castidad hacía tres semanas, yo iba a celebrar mi cambio de edad a su lado.

¿Qué mejor motivo para celebrar y dejar que…? Todo podría ser.

Como es lógico, teníamos muchas ganas de vernos. Y yo, muchas de joderle. No iba a quedarme con ellas e hice todo lo posible (siguiendo siempre lo que me apetecía en cada momento) para conseguirlo.

Disfrutar es una constante a su lado. Esas 48 horas a su lado no pudieron ser mejores. Hubo tiempo para todo lo que quisimos. Incluso para más de lo que hubiéramos imaginado.

Rozar la intensidad con los dedos es posible cuando la compañía es la adecuada.

A su vuelta, “gusiluz” seguía acompañándole.

Comenzábamos así la cuarta y … ¿Última semana?

Y también resultó “peculiar”. En una relación D/s hay cosas mucho más importantes que un onanismo y se cruzaron por medio.

Lo físico y lo mental van muy de la mano, tanto que, si una cosa preocupa, la otra, aunque presente, cambia de sentido.

Volveríamos entonces a hablar de la parte más emocional de este reto. Al menos, cuando se practica en el contexto de una relación que va mucho más allá de la simple castidad.

Llegamos al 1 de noviembre. Reto completado.

Dueña más que satisfecha y orgullosa.

¿O no…?

La casualidad nos puso en bandeja otro encuentro.

Quién sabe por qué. No había razones para ello, pero loktober se alargó algo más de una semana.

Así lo quisimos sin necesidad de pactarlo. De una manera natural y compartida, como todo lo que hacemos.

No pudo tener un final mejor.

Aunque, siendo realistas, no ha terminado.

Ha abierto un mundo de posibilidades que no estaba en nuestras cabezas. Esta misma mañana ha habido una gran prueba de ello.

Y el objetivo de nuestro particular locktober, está más que conseguido.

Compartir, aprender y sobre todo…. Disfrutar.

0 comentarios:

Publicar un comentario