18 feb 2024

Una colección infinita.

Hace un rato recordaba la primera vez que siervo y yo compartimos mesa con más gente.

Estábamos en Valladolid. Allí tengo una buena amiga y no podía desaprovechar la oportunidad de compartir un rato con ella, y conocer a su Señor.

Pero también era la primera vez que mi sumiso y yo nos veíamos después de los meses que pasé alejada del BDSM. Seguramente no era el mejor momento para algo social, pero surgió así.

Claro que antes lo habíamos hablado. Para mí lo más importante es que él esté cómodo con lo que hacemos y aquello no dejaba de ser una “salida del armario”, una bastante oficial.

Creo que su máxima preocupación era estar a la altura, y por mucho que yo le dijera que no había nada que temer, no estaba nada convencido.

Después de cierto tiempo, ya conozco un poquito a mi sumiso (Ahora mismo puedo recordar alguna que otra anécdota más del día a día que me hizo disfrutar mucho de todo lo que “esconde”) así que verle nervioso por algo que tampoco tiene tanta importancia era como poco, curioso.

Yo estoy bastante más acostumbrada a esta clase de situaciones y, además, contaba con la ventaja de que tenía allí a alguien que sé perfectamente como es y con la que ya había compartido grandes momentos (lo que unen unas croquetas).

El análisis fue mutuo. Seguro que a él también le resultó curioso verme interactuar con otras personas y como nada, ni nadie, podrían cambiar mi manera de comportarme con él.

Supongo que mucho de lo que se espera en este mundo, es ese cierto teatrillo para cumplir con algunas apariencias. Pero yo creo, que no hay nada más verdadero que mostrarse como realmente somos.

Y yo, con mirarle a los ojos, le siento tan mío que el resto, me da bastante igual.

Hubo grandes momentazos, hasta Taco Bell estuvo presente… Pero uno que se quedó bien grabado fue la primera vez que dijo “Mi Dueña”.

Que sí, que no puedo contar la cantidad de veces que le he escuchado decirlo, como las que lo habré leído, pero que queréis que os diga, hay cosas que se disfrutan de un modo diferente.

Y esa fue una de ellas.

Quizás, porque era muy consciente de que realmente era una primera vez, y que no habría otra. Puede que también influyera ese orgullo de estar compartiendo un poquito de lo que tenemos con otras personas…

O, quien sabe si porque, cualquiera de esas primeras veces que hemos vivido, han dejado una huella. Desde las cosas más intensas, a las más tontas…

De ese momento ya ha pasado bastante tiempo, casi un año, y me provoca una sonrisa que no puedo, ni quiero evitar.

De hecho, después de esa vez, vinieron varias más. Y aunque perdían ese matiz de “ser la primera” siguieron siendo especiales.

Para mí, lo más normal es tenerle cerca, siempre abajo, aunque esté a mi lado, pero compartir un pedacito de eso, incluso en las circunstancias más normales es una sensación bastante única y especial.

El resto de “la humanidad” ni se fijará en una pareja más, ni se imaginará lo que realmente nos une, pero nosotros estaremos creando momentos que seguirán estando presentes mucho tiempo después.

 


 

0 comentarios:

Publicar un comentario