17 dic 2023

Bendito Taco Bell.

Dejadme que viaje al pasado para contaros esta historia.

Si la memoria no me falla, Madrid, septiembre de 2021.

De nuevo compartía velada con el_siervo[AI], la última noche de las dos que pasábamos juntos.

La anterior ya había dejado su recuerdo propio.

Él tenía que ausentarse un rato, y yo, no recuerdo bien el motivo, tuve la brillante idea de decirle:

¡Sorpréndeme!

Me quedé sola en el apartamento. No podría decir el tiempo que pasó. En mi cabeza solo tenía ganas de volver a tenerle cerca y curiosidad por saber qué se le ocurriría al que, hasta entonces, consideraba un brillante sumiso.

Estábamos en Madrid, nos conocíamos bastante (o eso pensaba yo) y no me considero muy complicada.

¿Quizás una postal de Madrid para rememorar cada uno de nuestros encuentros en aquella ciudad?

“Cualquier cosa estaría bien.”

¿Seguro?

Suena el portero, abro. Espero a que llegue a la puerta del apartamento y en cuanto llama a timbre abro la puerta, que no estamos para desperdiciar el tiempo compartido.

No recuerdo con exactitud este momento. Supongo que sería como suelen ser cuando nos reencontramos, bastante empalagosos.

Y ahí lo tenía, a mi sumiso elegante, con algo en la mano…

Una bolsa de…

¡¡TACO BELL!!

No puedo asegurar cuál fue mi cara en ese momento, pero sí que no sé fingir y él, que no tardó nada en darse cuenta de que no había acertado, tampoco pudo hacerlo.

… Habías comentado que te gusta la comida mexicana …

Recuerdo que esa fue una de sus disculpas.

La noche dio mucho de sí. Y aquel “incidente” estuvo bastante presente.

Y ha seguido ahí hasta el día de hoy.

Primero, pasó por la fase de las “cagadas sumisiles”:

Había que recordarle que hay que prestar atención y ser más detallista. Llevarle a tu Dueña comida rápida como plan perfecto para despedir una velada juntos, no es buena idea.

Pobrecito mío.

Después, pasó por la de reírnos de ello:

La casualidad parecía querer que ambos nos fuéramos encontrando locales de esta cadena por donde íbamos.

Y no podíamos más que recordar aquella metedura de pata y disfrutarla.

Creo que yo más que él, al menos cuando compartiendo charla y bebidas con unos amigos, una de ellas tuvo a bien proponer Taco Bell como sitio para ir a cenar…

(Esto de tener amigas que me ayudan en mis pequeñas torturas, es una suerte)

 


… Por último, como una bendición:

En los meses que me retiré del BDSM, apenas tuvimos contacto. Muy justo y lo necesario para lo que yo necesitaba en aquella horrible temporada.

Quiso la casualidad que después de un episodio personal bastante desagradable, compartiendo camino con mi hermana por nuestra ciudad natal, me dice:

"¡Mira! ¡Han abierto un Taco Bell!"

Allí estaba yo, sonriendo como una gilipollas delante de un establecimiento de comida rápida (y con una hermana mirándome como si hubiera terminado de volverme loca).

Esa misma noche escribí a siervo. Me hacía falta. Le necesitaba. No quería seguir echándole de menos, o más bien, quería permitirme poder contárselo. Algo que llevaba muchos meses sin hacer.

Ahora Taco Bell es una fuente constante de sonrisas. De agradecimiento por haber conseguido que algo que a priori fue un pequeño fallo, ahora sea algo que sirve para unirnos, para bromear con ello.

Para compartir…

Así que sí…. Bendito Taco Bell.

PD: No, no ha vuelto a tener la brillante idea de llevarme comida rápida. Parece que ha refinado sus gustos o pretende refinar los míos.

Es cierto que a veces ironizamos con meternos en uno, como hace unos días recordando ese aniversario tan particular… Pero, puestos a torturar (nos), preferimos otro tipo de intimidad.

Y sí, sumiso. Ese Taco Bell fue el que me llevó a regresar a ti. 

0 comentarios:

Publicar un comentario