31 ene 2024

Isthar sin fronteras.

 Diciembre.

 

A principios de este año conocí a una persona. Una con la que hubo cierto “feeling”.

Hace meses hablé de ello en un post, comentando que una serie de cosas que nunca se habían materializado como posibles en mi cabeza, tomaban cierta forma.

En aquel post, también expliqué que aquello no había ido a más y que, de nuevo, una lección aprendida.

He entrecomillado en mi primera frase la palabra feeling, porque creo que hay varias fases de conocimiento entre personas en las que se puede percibir cierta afinidad, que te hace sentir bien, y que después llega a materializarse o no.

En este caso, era una de esas ilusiones del comienzo, pero que luego no costó mucho superar.

Más allá de tragarme el sapo y buscar ese aprendizaje.

Las pistas no desaparecen, al final somos cuatro gatos y quieras o no, te sigues cruzando con perfiles en redes que te hacen enterarte de cosas que no pretendes.

Él, después de cortar nuestra “relación de conocimiento” tardó poco en volver con su anterior Dómina.

No os negaré que me cuesta entender ciertas actitudes y que creo que con la sinceridad se hacen mejores caminos, pero “cada uno es cada uno” y hay quienes prefieren mentir (o quizá autoengañarse) que ir de frente.

Más allá de sentirme un pelín tonta (es lo malo de ser demasiado auto exigente) por haberme creído los motivos que me llevaron a poner fin a aquello, tardé poco en verme, en cierto modo, compadeciéndome de él.

No soy bruja, pero hay cosas que se ven de lejos y tenía claro que aquello iba a durar un suspiro. Y así fue, ni un verano.

Tampoco necesité mi bola de cristal para saber que después de eso, tardaría poco en volver a por mí.

Y… también fue así.

Todas aquellas cosas que me dijo y que motivaron ese supuesto desenlace, habían cambiado. “Había madurado y entendido que…”. Soltó la palabrería que consideraba necesaria para intentar retomar algo que ya estaba más que roto.

El año que viene voy a dedicarme a reflejar en alguno de mis cuadernos, cada vez que percibo que alguien piensa que soy más tonta de lo que realmente soy.

La lista va a ser interesante.

Evidentemente, le mandé a buscar viento fresco.

 

Mientras escribo esto, estoy charlando con esa persona. Ha vuelto a abrirme un privado en el chat que frecuento y otra vez…

Disculpas y ponerse a “mi disposición”.

Dad por hecho que la negativa ha ido por delante.

¿Qué sentido tiene todo esto?

¿Tan complicado resulta hacer las cosas mínimamente bien?

No sé. Seré rara y me cuesta mucho entender lo poco que valoran las personas ciertas cosas.

 También, que no lo hacen nada a sí mismas, y se comportan de maneras que dejan muchísimo que desear y sin ninguna necesidad.

Quizás es que yo peco de comprensiva, que soy capaz de ponerme en la piel de otras personas y entender que, aunque no queramos, a veces se dan situaciones que no sabemos controlar.

Yo misma he pasado por ello y después siento que podría haberme comportado de otra manera, pero intento aprender y no repetirlo.

¿Qué necesidad hay de actuar tan asquerosamente?

Respeto, confianza… Es tal la ligereza con la que se pronuncian estas palabras por quienes practican BDSM que cada vez que las leo me hacen sentir más incrédula.

He dado segundas oportunidades, y terceras y cuartas … Pero a quienes de verdad han llegado a aprender de sus errores y se dieron cuenta del daño que causaron con ellos.

Pero no todos aprenden, algunos solo intentan volver a engañar…

Y yo no soy ninguna ONG, ni estoy dispuesta a regalar más tiempo.

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