30 jul 2023

Corresponsabilidad.

 Qué curioso es esto de las sensaciones.

Acabo de terminar una llamada con mi sumiso. Empezó un tanto fría, había algo que aclarar y era prioritario. Pero eso es lo de menos: ahora que todo está hablado, de nuevo la sensación que me recorre es la de ser muy afortunada. La convicción de tener una conexión que escapa a cualquier lógica y que ya ha demostrado que sirve para lo bueno y para lo malo.

Aun así, me sigue sorprendiendo la facilidad y la intensidad con las que conectamos, la forma en que nos ponemos siempre antes en la piel del otro, siempre con el ánimo de evitar cualquier molestia, cualquier malentendido, cualquier circunstancia que de algún modo pudiera preocupar a quien está al otro lado.

Nos cuidamos, nos protegemos.

Y me parece muy importante insistir en ese plural, porque con demasiada frecuencia nos olvidamos (a veces también yo misma) de que esto debe ser bidireccional.

Que sí, que la verticalidad está muy bien, y que es la leche todo lo que nos hace sentir, pero ni sirve para expresar todo lo que tenemos ni se puede tampoco mantener en el tiempo. Si no hay algo más detrás, solo será una obra de teatro que terminará por echar el telón.

Una de las cosas sobre las que más he reflexionado en el tiempo de distanciamiento que tuve del BDSM ha sido, precisamente, acerca de esa sensación de cuidado bilateral. No puedo decir que no me haya sentido cuidada en mis relaciones, porque creo que siempre ha sido algo compartido. Pero quizás sí deba reconocer que no siempre he sido consciente de lo necesario que era. Y no siempre he querido admitir, en general frente a mí misma, que no tenía sentido verlo de otra forma o simplemente no querer verlo.

Me ha resultado muy curioso, desde siempre, que únicamente se le exija a la parte Dominante la obligación de velar por el bienestar del sumiso, por preocuparse de su estado y de la forma en que vive o sobrelleva la relación, las prácticas, las vivencias… Y hablo tanto de lo físico como de lo emocional.

Es habitual leer que un sumiso no necesita (ni debe) saber qué va a suceder en todo momento, porque será a la parte Dominante a quien corresponda decidir, aplicar y administrar. La parte sumisa queda, por tanto, si voz, sin voto… ¿Y sin responsabilidad?

Hoy me gustaría hablar de esa parte emocional de una relación D/s en la que es necesario que la responsabilidad se reparta entre las dos partes, entre quien domina y quien se somete. Y me gustaría hablar de ello porque tengo la sensación de que se hace poco.

Para mí ha sido muy importante, incluso diría que sanador, saber que la persona que está conmigo ha cuidado y cuida de mí. Al final todos estamos en esto por un motivo básico, que es el de disfrutar de esta pasión que nos une, y es fácil dejar de lado otras cosas para preocuparnos únicamente de ello. O quizás es que es difícil, en ocasiones, pensar abiertamente en esa corresponsabilidad. La parte dominante por no ceder, la parte sumisa por no excederse. Y es una pena que ambas se queden mirándose sin verse, separadas por un muro de cánones que ninguna comprende y que a ambas puede incomodar.

Como he comentado ya en algún post anterior, cuando decidí regresar al BDSM tenía miedo. Miedo de no ser suficiente para quien estuviera conmigo, miedo a no hacer las cosas como se esperaba (o como yo suponía que se esperaba que las hiciera). Y cuando cerré los ojos y me dejé llevar, cuando me tiré a la piscina de mis miedos para ver qué había de realidad en ellos, me di cuenta de que no estaban justificados en absoluto. Nunca he sentido que no lo viviéramos todo con la naturalidad que siempre ha habido, sino que he encontrado muchas más facilidades de las que yo misma podía esperar.

Recuerdo que, en nuestro primer encuentro tras mi “retirada”, no tardó en surgir esa llama interior que pedía algo más intenso, algo más cercano, algo más arriesgado. Había ganas, desde luego. También ciertas dudas, no lo voy a negar, pero había sobre todo muchas ganas. Por eso me sorprendió, al tiempo que me reconfortó, lo que sucedió en el momento en el que di un paso al frente para hacer lo que realmente me apetecía: las primeras palabras de mi sumiso fueron para asegurarse de que realmente estaba bien y de que, en efecto, quería seguir con aquello.

Y podría asegurar que su máxima en todas las horas que pasamos juntos, fue que esto se mantuviera así. Que en cada momento pudiera sentirme cómoda y, sobre todo, libre. Libre de avanzar, de retroceder, de parar, de cambiar…

Sabía perfectamente cuánto deseo acumulado albergaba mi sumiso. Sabía qué era lo que él quería, lo que él necesitaba. Y aun así, no dudó ni un instante en condicionarlo todo a mi bienestar. No debería extrañarme, sobre todo porque también yo estoy siempre pendiente del suyo, pero es que esa corresponsabilidad de la que hablo no siempre se percibe de forma tan clara.

Me sentí cuidada a todos los niveles, tanto en el físico como en el mental o emocional. Algo que tenía muy asumido como obligación propia, eso de cuidar del otro, fue compartido. Y aunque estoy segura de que no era algo nuevo, sí que lo aprecié y lo valoré mucho más.

Siempre será necesario repetir hasta la saciedad que, aunque la D/s sea una relación vertical, en la que uno disfruta Dominando y otro lo hace sometiéndose, es importante ir de la mano. No para que uno tire del otro, sino para caminar y avanzar en un mismo sentido, con los mismos deseos y con las mismas ganas.

Y para conseguir esto, hay que hablar. O mejor dicho: hay que comunicarse. Porque hablar es algo que podemos hacer con cualquiera, pero no cualquiera está dispuesto a escuchar y a querer entender lo que le dice la otra persona.

Que sí, que las fantasías están genial. Que nos motivan a todos. Pero la realidad es que nos jugamos mucho más de lo que podemos imaginar y, por ello, es crucial que unos cuidemos de los otros. Más allá de roles, más allá de deseos, más allá de cualquier cosa que no represente una genuina preocupación por aq

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