24 nov 2021

¿Y si terminamos así?


Hay escenas que se graban a fuego en mi memoria.

La tuya, atado en aquellas simples cadenas que cruzan dos paredes es una de ellas.

Tu cuerpo aún permanece rígido, tus piernas soportan la tensión de los azotes recibidos, tu piel todavía desprende todo el calor acumulado de un momento intenso, y que a pesar de haber parecido fugaz nos ha robado bastantes minutos de un reloj que no deseamos ver correr cuando estamos juntos.

Sé que te he dejado agotado y  tu mirada busca más en la mía. No porque te haya sabido a poco, si no más bien por darme a mí todo eso que pudiera seguir apeteciéndome.

Y sí, por supuesto que me apetece más. Siempre quiero más. Pero sé valorar el esfuerzo de lo que me das y de cuanto te cuesta superarte para regalarme un poco más de lo que te pido.

Me acerco y beso tu hombro. Tu boca se pierde en mi cuello buscando un poco de un calor muy especial.

¿Estás bien?

Si… Mi Dueña.


Tu voz sale de lo más profundo. Ha parecido que cogías aire para poder pronunciar esas dos palabras. Nuestras miradas vuelven a juntarse compartiendo una sonrisa.

Mi mano se cuela entre tus piernas para dejar constancia de que mis uñas han recuperado su esplendor, y ahogas un gran gemido en mi hombro que me traspasa tu calor.

¡No vayas a morderme!

Digo entre risas mientras me aparto para poder ver tu cara y separarme lo justo para  coger una correa que un rato antes había abandonado cerca.

Suelto los mosquetones de las muñequeras que te ataban a la cadena. Me abrazas rápidamente casi sin darte cuenta y al observar que no he respondido te separas cauteloso, esperando cualquier reacción por mi parte.

Me limito a enganchar la correa a la argolla de tu collar y con un leve tirón te indico que te pongas a cuatro patas.

Caminas detrás de mí por ese estrecho pasillo, que parece mucho más largo por lo incómodo de la situación.

No hay muchos sitios a los que poder llegar a través de el. Quizás el salón, donde puede que espere un strap listo para que tu boca le dé buen uso antes de que decida usarlo en tu trasero.

O quizás la otra puerta, esa que seguramente desees más. Esa que aunque atravesarla quizás pueda parecer un poco más sencillo tiene otros muchos componentes que le dan más carga mental.

El pasillo se vuelve eterno, tan largo como las vueltas que le das a todo en tu cabeza en este momento.

Querer… Desear… Entregar.

Palabras que van casi de la mano, pero que implican muchas diferencias.

Un leve giro y ya sabes cuál es tu destino. Sí, vamos al baño.

De nuevo tu cabeza hierve. Muchos pensamientos se agolpan en tu mente.

Permaneces a cuatro patas mientras ves como me quito la parte de abajo.

Te preparas. Sabes lo que viene y estás preparado para ello. Coges aire intentando tranquilizar tus sentidos para disfrutar de un momento que llevabas mucho esperando.

Me acerco y te indico que te pongas de rodillas para quitarte la correa y el collar.

Queda poco… muy poco. Algunos sueños se cumplen y ese lo esperabas con ganas.

Me separo para dejar el collar y la correa, cojo un comedero que dejo delante de ti…

Me coloco encima de el y me agacho hasta ponerme a la altura de tus ojos.

Apoyo mis manos en tus hombros y acerco mi boca a tu oído para susurrarte…

“Seguro que tienes sed”.

Y desconcertado escuchas el sonido de un comedero metálico que se va llenando poco a poco y pensando en que vas a tener que ser capaz de vaciarlo con tu boca. 

 

 


 

 

0 comentarios:

Publicar un comentario