14 oct 2020

Ayuda Ocasional.

Allí estábamos los tres, conversando una tarde cualquiera. Llevábamos un buen rato tomando algo y disfrutando de aquel encuentro espontaneo.

Ninguno de los dos se imaginaba lo que se estaba pasando por mi cabeza, aunque ambos sabían que nunca me distraigo de lo que me apetece.

Notaba en sus miradas esa curiosidad por saber cuándo podría dar el paso, y disfrutaba alargando la espera. Cuando hay ganas,  no hay peor tortura que la de hacer esperar.

Pero todo tiene un comienzo, y aquella fría tarde de octubre empezaba a necesitar calor.

       ¿No tienes ganas de probar mi nuevo strap?

Interrumpí la conversación con aquella pregunta a mi sumiso,  que les dejó a ambos callados.

      

Sí, Mi Dueña.

A veces las mejores respuestas no están en las palabras, si no en el brillo de los ojos de la otra persona.

Le cogí de la mano y le llevé al dormitorio. Allí le ayudé a desnudarse mientras una sonrisa crecía en nuestra cara.

Un breve acercamiento para disfrutar de sus pezones, sentirlos crecer entre mis dedos mientras sus ojos se cerraban y de su boca comenzaban a salir los primeros gemidos, esos que siempre son el preludio de algo grande.

Un suave empujón sirvió para tenerlo en la cama, boca arriba mirándome mientras me colocaba los guantes de latex y lubricaba mis dedos.

 Sin decir nada se colocaba para que pudiera entrar en él, deslizando mis dedos lentamente y tomándome el tiempo necesario para dilatarle lo suficiente.

Nuestras miradas se unían una vez más, en aquel ritual placentero y personal al que tantas veces habíamos jugado.


 

       ¿Me traes el strap por favor?

Le dije a la persona que esperaba en la otra estancia, que rápidamente fue a buscarlo y apareció con el en la habitación donde nos encontrábamos.

Sonrió maliciosa al ver a mi sumiso en aquella postura. Quizás en su cabeza se veía a sí misma de esa manera, y a él trayéndome el strap para que lo usara con ella…

Se acercó con la intención de ayudarme a ponérmelo, pero mis planes eran otros… Cogí aquel nuevo juguete, con un tamaño superior al que solíamos usar y se lo puse a ella, que aunque entendía lo que yo pretendía no podía evitar sentir curiosidad por aquel cambio en el juego.

Me coloqué detrás de ella y la acerqué al trasero de mi sumiso. Volví a deslizar mis dedos en él, comprobando que todo estuviera listo…

Poco a poco dirigí aquel juguete que ella llevaba puesto y acompañando sus caderas comenzamos un baile a dúo mientras los primeros gemidos resonaban por la habitación.

Cuando el ritmo fue el que yo quería, me fui al otro lado de la cama, me quité los guantes de latex para poder meter mis dedos dentro de la boca de mi sumiso que instintivamente empezó a lamerlos con fuerza mientras gemía más intensamente, un tanto embriagado por la situación.

Al verme delante de él y no detrás como era lo habitual, sus ojos se hicieron aun más grandes. Se clavaron aun mas en los míos.

Cogí su cara con mis dos manos…

Ahora sí que puedes gemir sólo para mí.

 

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