8 dic 2021

Mala.

 

Por fin.

Un timbre volvía a sonar.

 De nuevo esas cosquillas tan especiales me recorrían por dentro.

En menos de un par de minutos sonaba el timbre de la puerta.

Estaba esperando detrás de ella. Veía mi reflejo en el espejo de la entrada.

Me miraba a mí misma, conectando aún más con esa parte que de alguna manera siempre llevo contenida.

Abro y ahí estas.

En seguida nuestros ojos conectan.

Me aparto lo justo para dejarte entrar y poder cerrar.

Sigues mirándome.

Sé que esperas un gesto.

Quizás uno que te acerque a mi boca, ese sería el que realmente te apetece.

O uno menos deseable, que te invite a cualquier estancia a que te sientes conmigo.

Aguardas una señal.

Contenido, intentando aparentar tranquilidad.

Me acerco y noto como empiezas a temblar.

No puedo confesarte como me gusta que reacciones así.

Tú, el chico duro.

Sonrío y me aparto.

Me dices que soy muy mala.

Llevo mi mano a tu corbata, empiezo a tirar de ella para que me sigas.

Te llevo a otra habitación donde puedes ver todo lo que tengo preparado.

Resoplas. Me miras.

Me enciendo un poquito más.

 

“Por eso estás aquí, porque soy muy mala…

Y te encanta que lo sea contigo”.

 

Cierro la puerta de la habitación.

¿Me vas a hacer firmar esto también?

 


 

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