14 jul 2021

21 Euros

Sonó el timbre y le pedí que fuera a abrir la puerta. Una de esas que conocemos bien por la cantidad de horas que hemos compartido detrás de ella.

Era consciente de que aquel encuentro no iba a ser uno más. Todo lo contrario, una de esas primeras veces que a ambos se nos quedaría grabado en lo mas profundo por la suerte de poder compartirlo.

Y con todos esos nervios, con esas ganas de todo lo que iba a pasar, y con esa sensación tan interna de querer hacerlo bien para que me sintiera orgullosa de él, fue a abrir la puerta.

Desnudo, llevando únicamente el collar en el cuello fue directo a darle la bienvenida a nuestra invitada.

Saludos y momentos de charla adecuados y necesarios… El tiempo pasaba lentamente mientras en la cabeza de todos estaba el motivo por el que allí estábamos.

Trae mi maleta, vamos a enseñarle a nuestra invitada alguno de mis juguetes y que decida cual vas a probar primero.

Le dije a mi sumiso para romper un poco el hielo y dar comienzo a una velada intensa.

Fue a por ella y la abrió encima de la mesa. En seguida las dos estábamos abriendo las diferentes bolsitas sacando pequeños tesoros y hablando de lo que se podía conseguir con cada uno de ellos.

¡¡Oye… pero no has traído mi porta fustas!! ¿Verdad que es lo que más te apetece ver?

Le dije a mi compañera entre una sonrisa maliciosa que rápidamente entendió.

Si claro, siempre presumes de cuanto aguanta tu sumiso y habrá que ver si es cierto.

Respondió ella.

Pues creo que las he dejado en la planta de arriba… ¿Vamos?

Dije mientras cogía la mano de mi sumiso para subir aquella escalera de madera que nos resultaba tan familiarmente placentera.

Mientras recorríamos los pocos escalones, seguidos por nuestra invitada, podía sentir como sus dedos apretaban los míos de una manera especial.

Una mezcla de nervios y satisfacción, de expectativa y de confirmación de que cada paso que nos había llevado allí tenía más sentido que nunca. Una caricia imperceptible para cualquier otra persona pero que nosotros sentíamos en lo más profundo.

En aquella planta, ya habíamos preparado unas sujeciones especiales en la viga que cruzaba la habitación, pero las muñequeras se habían quedado en la maleta, así que al darse cuenta me pidió permiso para ir a por ellas, y mientras lo hacía nosotras abríamos mi porta fustas y comentábamos sobre la variedad de todas ellas y mi especial afición por una en concreto.

Cuando regresó con las muñequeras se puso de rodillas ofreciéndomelas para que se las pusiera. Aquel gesto no pegaba nada con como somos nosotros en las distancias cortas, y me resultó gracioso que lo hiciera así que le sonreí mientras se las colocaba y enseguida comprendió que me lo iba a cobrar.

Se puso de pie y le sujeté a las cuerdas que colgaban de la viga.

Nuestra invitada miraba curiosa ese ritual, tan nuevo para ella y tan conocido para nosotros, pero aun así siempre tenía algo de especial por mucho que se pudiera repetir.

¿A qué está guapo para dejarlo así un rato? 

Bromee con ella.

Pero no tardé en ir a por lola, y empezar a dar calor a un trasero que pronto tomo temperatura mientras esa extraña intensidad que generamos en ese tipo de instantes empezó a transmitirse a nuestra compañía que disfrutaba desde su posición de observadora privilegiada.

No solo sus nalgas ardían, toda la habitación empezó a cubrirse de un aroma especial… Si el vicio huele de alguna manera, tendría ese olor. El calor se apoderaba del ambiente a la misma velocidad a la que yo le azotaba a él, acercándome en los momentos precisos para darle las fuerzas necesarias para poder seguir con aquel sádico juego.

Lola fue sustituida por el bambú, y para asombro de nuestra invitada aquel cambió no detuvo ni el ritmo ni la intensidad, si no que aun fue a más.

Quedó claro que nos conocíamos bien, y que sabíamos encontrar el uno en el otro lo que buscábamos, y que disfrutábamos muchísimo consiguiéndolo a través de su dolor y que según este aumentaba nosotros conectábamos aun mas.

Una mirada con nuestra invitada bastó para que entendiera que ese otro momento había llegado, fue a la planta de abajo mientras yo soltaba a mi sumiso de sus ataduras y le abrazaba agradecida por el momento que acabábamos de vivir…

Cuando ella subió de nuevo, le giré para que pudiera observar la escena:

Ella subía con su strap colocado… y el mío en la mano.

Pude sentir como la respiración de mi sumiso se aceleraba todavía más.

Le tomé de los hombros y le susurré que se pusiera de rodillas y extendiese los brazos con las palmas hacia arriba…

Ella se acercó y dejo en una de ellas, dos billetes de 10 euros, y una moneda de 1 en la otra…

¿Has visto que generosa, sumiso?

Abre la boca y gánate la propina.

Le dije mientras yo empezaba a colocarme el strap….

 


 


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese instante en el que se le susurra al sumiso que se ponga de rodillas es precioso. Estoy seguro que supo ganarse la propina.
entresombrasxx

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