No siempre se puede esperar, y aquellos fríos azulejos de
ese viejo portal no tardaron en sentir el calor acumulado de aquellas dos
personas que habían entrado en el con tantas ganas.
La puerta aun no se había cerrado y aquel cinturón ya estaba
abierto y los botones del pantalón desabrochados.
No tardaron en estar bajo unas rodillas que se dejaban
llevar por la necesidad acumulada.
Aquel no era el mejor sitio para hacer nada, pero era el
primer sitio donde se podía hacer algo, la piel que lo sabía y lo necesitaba
ardía por momentos.
El, lo sentía en la palma de sus manos cuando le di la
vuelta para empezar a azotar sus nalgas. El eco del portal hacia que resonaran
y lo envolvieran todo.
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