12 feb 2020

Tierras Lusas


Quién sabe si aquel improvisado viaje al Algarve sería el comienzo de algo más de lo que había hasta ahora.

Aunque la idea había surgido después de muchas charlas y como una manera de conocerse un poco más, los dos teníamos puestas bastantes expectativas en aquellos días juntos.

A pesar de todas las diferencias que teníamos en cuanto a la manera de ver las cosas y a que las formas no eran siempre las más adecuadas, había algo que nos llamaba la atención a ambos y por mucho que hubiéramos aclarado las cosas, sabíamos que sería una manera de comprobar que había detrás de tantas conversaciones.

El viaje fue más entretenido de lo que pensaba y al contrario de lo que había imaginado ganabas bastante más en la cercanía que a través de una pantalla. Quizás menos fingido y más real.

Después de llegar al hotel y descansar del viaje, dimos un paseo por aquella playa que se veía espectacular con las últimas luces del día. 

La cena en aquella terraza fue el broche perfecto para un día en el que ambos nos habíamos sentido muy cómodos.

Cuando me desperté a la mañana siguiente y salí de la habitación al saloncito, (que hubieras reservado aquella habitación con dos dormitorios disponibles, había sido todo un detalle) me esperabas en la terraza con el desayuno en la mesa. 

Me sorprendió que fueras capaz de cuidar algunos detalles tan tontos.

Tras el desayuno tenías que ir a tus compromisos laborales y aun así estuviste pendiente en todo momento de que me sintiera cómoda y que no me olvidara demasiado de ti.

Comimos juntos y disfrutamos de largas charlas en aquel Chill Out tan agradable.

Regresamos a la habitación para prepararnos para la cena, mientras atendía una llamada vi como de una manera natural te quitabas el cinturón.

Sonreí al verte hacerlo, y mi sonrisa no pasó desapercibida. Cogiste el cinturón y me lo ofreciste sin reparos. 

Lo cogí y seguí hablando por teléfono. 

Te acercaste aun más al sofá donde estaba sentada y te arrodillaste delante de mí, una sonrisa provocadora cruzaba tu cara. 



No tardé en terminar la llamada. 

-          ¿Qué esperas que haga?

-          Todo lo que Usted quiera.


Até el cinturón en tu cuello, improvisando un collar,  y tirando te lleve hasta la entrada de la habitación, ahí donde no había nada que molestara. 

Te indiqué que te levantaras y empujándote contra la puerta comencé a quitarte la ropa.

Creo que pude sentir como empezabas a temblar, pero no ese temblor conocido, si no ese que sale cuando algo que se lleva deseando mucho tiempo se hace realidad. 

Tu camisa acabó rápido en el suelo y tus pantalones en tus tobillos. Tu trasero se apretaba cada vez más con aquella puerta que había dejado de estar fría rápidamente.

Cada vez había menos espacio entre nosotros y aun así seguía pareciendo demasiado.
-          ¿Lo que yo quiera?

-          Si, por favor.

-          ¿Estás seguro?

-          Más que nunca. 

En aquel momento me arrepentí un poco de no tener mi maleta de juguetes cerca, aquello de que las primeras veces siempre tienen ciertos rituales que se hacen especiales.

Te pedí que te dieras la vuelta y no hizo falta decir nada más. Apoyaste tus manos en la puerta y abriste tus piernas quedando totalmente disponible. 

Recorrí tu espalda con mis uñas y los primeros jadeos salieron de tu boca. Tu cuerpo se arqueo disfrutando de aquel simple gesto.

Me separé para poder observarte a cierta distancia. Pude ver como cogías aire esperando todo lo que pudiera venir. 

No tardé demasiado en volver a tu lado para comenzar a azotar tus nalgas con mi mano. Los sonidos de los azotes se mezclaban con tus gemidos. El deseo acumulado se hacía patente y nos arrastraba a algo que parecía que ya habíamos vivido antes. 

Me detuve para quitar el cinturón de tu cuello y mientras me pegaba bien a ti para sentir ese calor tan especial… 

-          ¿Más?
-          Siempre.

Metí dos de mis dedos en tu boca y enseguida sentí la fuerza de tu lengua en ellos, lamiéndolos con deseo.

Doblé el cinturón sobre sí mismo y cuatro azotes rápidos y fuertes marcaron tus nalgas. Tu respiración se aceleró aun más, los movimientos de tu pecho se distinguían perfectamente. 

De nuevo te di la vuelta y sin articular palabra me abrazaste.
-          Por fin, Mi Dueña.

   *****  ***** ***** *****


      Gracias al “artista”  improvisado, tanto por la foto… como por haber conseguido que sonría en esos momentos donde parecía haberlo olvidado.



4 comentarios:

Javier dijo...

Un Bogart castizo le diría a Ingrid: "menos mal que nos queda Portugal..."

librepensamiento ;)

AMA ISTHAR dijo...

Cualquier sitio es bueno, si la compañia es inmejorable :)

Anónimo dijo...

Un placer crecer cada segundo que me regala SRA..... No puedo estar mas agradecido por la oportunidad de compartir con usted estos hermosos momentos.

En sus manos SRA...... louis

AMA ISTHAR dijo...

Gracias a ti por dedicarme tu tiempo incluso cuando soy peor compañia.

:)

Publicar un comentario