No había mucha gente por aquella vieja calle madrileña.
Aunque aun hacia algo de calor no se estaba nada mal.
Quizás fuera eso, o más bien que aun podía sentir en mi piel
cada una de las marcas que Ella, me había dejado un rato antes.
Habíamos compartido un rato estupendo. Uno de esos donde una
vez más sólo éramos Ella y yo, y el resto del mundo desaparecían por un
momento.
Por alguna extraña razón le había apetecido salir a dar un
paseo, y no iba a ser yo quien fuera a decirle lo contrario, por mucho que
deseara quedarme a sus pies en cualquier rincón de aquel apartamento.
Me resultaba curioso pasear con Ella, sin rumbo fijo. Como
dos personas más en una ciudad que no era la nuestra, hablando de cualquier
cosa y compartiendo miradas con un sentido que sólo nosotros entendíamos.
Miradas acompañadas por aquellas sonrisas que me dedicaba y a las que solo podía
responder con muchas más.
“¿Tomamos un café?” Me dijo mientras se detenía en la puerta
de un Starbucks.
Entonces me di cuenta de que aquel paseo no había sido algo
casual. Algo tenía en mente. Algo que había preparado con antelación y de lo
que no me había dado cuenta. Algo que empezaba a ponerme nervioso.
No me dio tiempo a responder y ya estaba siguiéndola al
fondo del local. Probablemente nos sentamos en una de las peores mesas, pero a
esas alturas mi mente no estaba ni para pensar en eso.
“Iced caramel macchiato para ti y un Chai para mi” – “¿Vas a
pedir, por favor?”.
Mientras esperaba en la cola, le daba vueltas a lo que
pudiera tener preparado. Que no estábamos allí por casualidad ya lo tenía claro.
Que había elegido esa bebida para mi, era por algo concreto que no conseguía averiguar.
El camarero me sacó rápido de mis pensamientos al darme
aquella bebida fría. Regresé a la mesa y le ofrecí su té. Iba a darle un sorbo
a mi bebida, intentando recuperar el aliento interior que había perdido y ella
me pidió que esperase.
De nuevo me sentía perdido.
Ella disfrutaba de su bebida mientras seguíamos hablando. De
nuevo parecíamos dos clientes más en aquel concurrido sitio, sin que nadie
pudiese imaginar por un minuto cuanto me estaba costando concentrarme en una conversación
tan banal, mientras algo dentro de mí
sabía que aquello no iba a ser tan sencillo.
“Voy al baño” dijo mientras se puso en pie. Diría que casi
me asustó, porque mi cabeza seguía dándole todas las vueltas posibles a la situación
que estábamos viviendo, tratando de ver más allá.
Y ahí estaba… una pista. Cogió mi vaso, ya templado y se lo
llevó con Ella.
… Eso era lo que tenía pensado. Ya lo tenía claro.
Mi mente la siguió al baño. Intuía lo que estaba haciendo.
Me preparaba para el momento que vendría cuando Ella regresara a la mesa. Lo
deseaba… lo necesitaba.
La espera se me hacía eterna. Hasta con eso me estaba
torturando.
Salió del baño con el vaso en la mano. Sonreía.
Se sentó y deslizó el vaso por la mesa hasta dejarlo a mi
altura. No apartaba su mirada de la mía.
“¿Tienes sed, Mi sumiso?”
“Si… Mi Dueña.”
“Bebe.”
No tardé nada en acercar mi boca a la cañita que llevaba el
vaso, pero esos segundos me parecieron eternos… Mi deseo por probar lo que había
en aquel vaso de plástico era mi peor enemigo. Cogí aire y sorbí anhelando aquello
que Mi Dueña había preparado para mí.
No dejaba de mirarla, y Ella no dejaba de sonreír.
Un líquido algo aguado, pero aun espeso y muy dulce inundo
mi boca, estaba templado y su sabor a pesar de resultarme conocido no era lo
que yo esperaba. Tragué como pude y bajé mi mirada.
¿No te gustaban tanto las bebidas de Starbucks?
Y una vez más, a pesar de todo… Me sentí afortunado porque
de nuevo estaba donde Ella quería que estuviera… Porque había sentido lo que
Ella quería que sintiera.
Una vez más me había demostrado porque sólo podía pertenecerle
a Ella.
Y ya que estamos... ¡¡ Feliz 24 / 7 a tod@s !!
0 comentarios:
Publicar un comentario