12 jul 2023

Santito Gerardo.

A veces los pensamientos queman en la mente y a pesar de que las circunstancias no son las más adecuadas, hay que permitirlos fluir y poder dejar un breve recuerdo por escrito.

Es muy temprano, aunque he descansado bien, debería estar más centrada en obligaciones que en este tipo de placeres. Pero, lo que llevo dentro es tan intenso que no quiero perderlo.

Hace unas horas compartía velada con mi sumiso. Una más, de “tantas”. Y, sin embargo, la sensación de que cada vez hay algo que supera la anterior está ahí.

De nuevo, no me apetece hablar por aquí de hechos, esos se quedan para nosotros (para gran fastidio de los lectores ávidos de onanismos de mi blog), voy a hacerlo de algo que para mí es más importante que cualquiera de las prácticas que podamos tener en nuestros encuentros.

Una calle cualquiera de Madrid, verle salir del taxi y pensar:

"Por fin".

No llevaba mucho tiempo en el apartamento elegido para aquella ocasión, pero nada más entrar en mi cabeza solo había sitio para pensar en todas las ganas que tenía de estar con él.

Llama al timbre del portal y mi dedo no puede ser más rápido (al menos para aquello). Y no llega a hacerlo al de la puerta, pero no espero a abrirla. No quiero esperar, quiero abrazarle y saber que a partir de ese momento no habrá nada más.

Así fue. No podría precisar cuánto tiempo pasamos de aquella forma y de las posteriores, ni concretar cuanto tardamos en ser capaces de separarnos, nunca demasiado, para sentarnos en el sofá, pero me sigue sabiendo a poco.

Tampoco creo que pueda concretar momentos, pero no me resulta complicado recordar lo que sentía. Incluso pienso que puedo seguir oliéndole, sin necesidad de recurrir a los extras que me he traído de este viaje.

Y de nuevo, la oportunidad de compartir a su lado un montón de primeras veces. Muchas de ellas de lo más comunes, pero muy diferentes a lo que estábamos acostumbrados.

Quien iba a decirnos que una mesa de restaurante iba a ser demasiada distancia para nosotros.

Príncipe de Vergara resultó ser una calle muy corta para recorrerla a su lado.

Y cualquier segundo compartido, no puede ser más intenso, incluso sentados en un banco cualquiera, cuando sus manos se posan en mis piernas.

48 Horas no fueron suficientes. Nos echamos de menos en el poco tiempo que pasamos separados, y cuando nos volvíamos a encontrar queríamos exprimirlo al máximo, perdiendo hasta el apetito. Pero solo el de alimentos, el otro nunca está saciado.

Faltan mil detalles, ya habrá tiempo para compartirlos, si me apetece, pero no quería dejar de reflejar esta sensación de intensidad que me traigo.

Eso, y recordarle lo feliz que me hace tenerle a mi lado. Por si le queda alguna duda.

Sentir que ya le necesito de nuevo.

 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso, esos momentos hay que atesorarlos.

Publicar un comentario