8 mar 2023

Recreando.

A veces saciar las ganas necesita de cierta preparación. Llevábamos días hablando de nuestro próximo encuentro, pinceladas de detalles que nos apetecía compartir.

Aquella tarde, mientras me ponía las botas, ya podía sentir el tacto de su lengua al recorrerlas.

Cuando me avisó de su llegada, fui a la puerta para dejarla entre abierta, regresé al dormitorio donde había dispuesto todos los juguetes que me apetecía usar en aquella ocasión.

No tardé en escuchar como entraba. Las velas encendidas en el pasillo me permitieron ver el reflejo de su silueta mientras se desnudaba.

En apenas unos instantes el ruido de sus rodillas en el suelo anunciaba su llegada donde yo me encontraba. Venía caminando a cuatro patas, casi ceremonialmente.

Sin mediar palabra se dirigió hacia mis botas, donde tenía intención de empezar a desempeñar su peculiar trabajo.

Pero le detengo. Mi pie le indica que baje la cabeza hasta el suelo. Se queda quieto, su trasero sutilmente alzado y sus labios esperando donde yo antes había pisado.

Me pongo detrás de él, y de nuevo es mi bota la que metiéndose entre sus piernas le pide que las abra. Un íntimo lenguaje que solo ellos parecen comprender y al que él, no tarda en responder.

 


 

Postrado, ofrecido… sintiéndome detrás y sin adivinar qué podría ocurrir, intentaba centrar sus pensamientos cuando un golpe inesperado en su ya sensible entrepierna le sorprendió por completo, y le dejó doblado en el suelo sin saber qué más iba a pasar.

Nuestra mirada se reencuentra, he vuelto cerca de su cara y acerco mi bota para que por fin empiece a hacer lo que se espera de él. Saca la lengua y la presiona contra el cuero de mi calzado, creando surcos brillantes que dejan constancia de su dedicación.

Alzo mi pie para que cambie de destino, mientras recorre la suela, empiezo a apretar ligeramente hasta que no queda espacio posible entre sus labios y mi bota.

Recupero la posición, le indico que siga y después de haberlas dejado impolutas, comienza a subir traviesamente por mi pierna mientras vuelve a esperar una reacción que no termina de llegar.

Cuando alcanza mis rodillas veo que me mira de reojo y yo sonrío tranquila, una sutil invitación que le hace creer que puede seguir deslizando su lengua un poco más arriba…

Recorre mis muslos, los bordea interiormente para detenerse muy cerca de mi ingle, casí roza el calor que desprende cuando le tiro del pelo para separarlo y abofetearlo:

 

"¿Te he pedido yo eso?

"No", responde avergonzado.

 

Me doy la vuelta y aprieto su cara contra mi trasero, para que lo bese…

 

"Esto es lo máximo que vas a conseguir. Para lo que tú quieres, aún tienes mucho que demostrar".

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre genial y sorpresiva , me encanta verte asi , un beso.Compi__

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