25 mar 2020

Mis dos últimas suertes.


Cierro los ojos y me veo abriendo la puerta de aquel apartamento en Madrid.

Aquella que abría sin saber si quiera si quien esperaba estaba detrás.

Es curioso cómo a pesar de lo complicado que resultó llegar a aquel momento cuando lo recuerdo siento perfectamente como una sonrisa sale de mi estómago para llegar sin remedio a mi cara.

Seguramente como la que tengas ahora mientras leas esto y recuerdes ese mismo instante al otro lado de la puerta.

Te recuerdo quitándote el abrigo… esa sensación de que aquella no era nuestra primera vez, aunque ambos teníamos claro que actuaríamos como si lo fuera. 

Sensación de querer mucho más de lo que estaba pasando y a la vez, de tener que medir cada momento para que nada fuera como no tenía que ser.

¿Se le puede coger cariño a un sofá?

Que fácil es sentarme en el, y verte a mi lado. Rozándome tímidamente al principio, y sin soltar mi mano después. 

Guardaremos en secreto todo lo que vio y escuchó ese tres plazas de Vallecas.

Que difícil me resulta transmitir todo lo que siento al recordarlo. 

Lo mejor de todo, es que esa sensación es la misma cada vez que compartimos cualquier instante. 

Que falta me hace volver a tenerte cerca, volver a abrir cualquier puerta y verte detrás de ella. 

Saber que siempre que nos veamos tendremos esas mismas ganas de querer que llegue la siguiente…

No tener minutos bastantes para disfrutar de lo que hemos construido.

Sentir orgullo de tenerte a mi lado y sentirme afortunada de todo lo que hemos creado juntos.



Mi mente se escapa a tu lado.
Ahí donde sólo hay sitio para nosotros.
Donde todo lo prohibido pasa a ser real.



Y si dejo volar un poco más mi mente, puedo llevarla hasta una vieja carnicería, donde esperé a un viajero un poco nervioso.

Otra de esas primeras veces que se graban a fuego.

Una donde las horas también supieron a muy poco y donde dejaron claro que sería el comienzo de algo muy especial.

Aquel abrazo tan natural y esperado, que sería el primero de muchísimos más.

Sonrisas que habían traspasado por fin una pantalla, después de muchas horas de charla.

Una mesa, café y refrescos. 

Recuerdo que nuestros dedos no querían dejar de rozarse. 

Objetos escuchando cuanto deseaban ser usados… Jaulas que probar furtiva y rápidamente.

Piel erizada con soplidos valientes… o inconscientes.

Deseo contenido esperando un mejor momento que no tardó demasiado en llegar.

Seguro que alguna de aquellas paredes aun puede recordar como de cerca podemos estar, aunque en aquel momento seguramente ni nosotros lo sabíamos. 

Volvería una y otra vez a aquel lugar sólo por llenarme de aquella sensación de que eras lo que necesitaba.

Creo que aun puedo olerte, no hace tanto te he tenido muy cerca. Pero nunca es bastante. 

Aun puedo sentir tu aliento en mi cuello, en esos momentos en los que me abrazas para poder darme un poco más de lo que tanto me hace disfrutar.

El recuerdo de tu mirada me atraviesa y me lleva a mil momentos compartidos y vividos. 

Y a la seguridad de que eres una de mis mejores elecciones y la suerte de que me lo recuerdes cada día desde esa primera vez.

0 comentarios:

Publicar un comentario