Apoyada en el marco de la puerta podía observar como cada centímetro
de tu piel esperaba cualquier movimiento o ruido que pudiese revelar donde
estaba.
Ya había pasado un rato desde que te pedí que me esperaras a
cuatro patas, en el borde de aquella cama.
Los dos sabíamos que estabas disfrutando tanto de aquel
momento como de lo que podría venir después…
¿Cuánto tiempo hacia que me había ido? Quién sabe, pero no
me habría importado nada alargar mucho mas aquel momento.
Es una escena que me fascina, verte expectante… saboreando
esos instantes previos a que llegue todo lo que se me puede ocurrir.
Accesible.
Aun así, las ganas de usarte siempre superan mi paciencia.
Me moví alrededor de la cama, viendo como en tu cara se
dibujaba una sonrisa. Tus ojos buscaban los míos, quizás en busca de una señal
que no llegaba.
Regresé al borde de la cama, sujeté tus caderas y las
arrastré hasta que tu trasero chocó contra mí. Un gesto un tanto rudo, que sin
embargo fue el culpable de que uno de esos primeros gemidos que tanto me gustan
saliese de tu boca.
Deslicé mis dedos entre tus nalgas y comencé a hurgar en
ellas, moviéndolos lentamente pero con un ritmo que dejaba bastante claro lo
que pretendía. Poco a poco conseguía meterlos más. Acelerando el movimiento
casi al mismo ritmo de tus jadeos.
Hay calores muy especiales: este… el que desprende tu cuerpo
después de azotarlo, el de tu boca cuando juego con ella…
Pude notar como tomabas aliento cuando sentiste que un dedo
más comenzaba a hacer su trabajo, por un instante pareció que te retirabas pero
no tardaste en recuperar la postura para ofrecerme tu cuerpo una vez más.
No sé cuál de los dos disfruta más cuando consigo lo que
quiero. Puedo notar cuando esa tensión inicial pasa a ser relajación y placer.
Ese es el momento en el que necesito un poco más.
Te pido que te des la vuelta, acerco un cojín al borde de la
cama y te colocas encima sin necesidad de decir nada más. Ya sabes lo que viene
a continuación.
Me separo lo justo para que veas cómo me quito lo que me
incomoda y me pongo lo necesario.
Me acerco, acaricio tu pecho con mis uñas… jugueteo con mis
dedos entre tus piernas que no tardan en abrirse más a ellos.
Lo estas deseando. Quieres sentirme y tu cuerpo me lo hace
saber.
Tu mirada de espera cambia a esa que necesita, que desea.
Me coloco y te mueves para acelerar el momento, me
transmites tus ganas y no tardo en darte un poco de eso que tanto te gusta.
Sólo en comienzo, lento y suave.
Retraso todo lo que puedo esa necesidad de estar dentro de
ti, y es casi cuando menos te lo esperas cuando te invado por completo.
Me quedo quieta, sintiendo tu respiración acelerada que me
pide que siga moviéndome y que no lo haga despacio.
Te miro y sonrío.
Salgo de ti, dejándote totalmente fuera de juego. Ha durado
demasiado poco.
Te agarro del collar y entiendes que ya no te quiero en la
cama. Caminamos hacia esa otra estancia donde de una de las vigas colgaban unas
sujeciones.
Siempre accesible…
0 comentarios:
Publicar un comentario