2 mar 2022

El Molino.

El tiempo estaba siendo extrañamente caluroso para ser febrero.

Habíamos aprovechado el último sábado del mes para hacer un picnic en la naturaleza y disfrutar de los rayos del sol.

Casi ninguno de nuestros encuentros es puramente social, siempre tiene que haber un tironcito de cuerdas que nos permita disfrutar de esa parte que nos une.

Después de comer,  nos fuimos a dar un paseo por el sendero que veíamos a lo lejos. Dejamos a nuestros acompañantes en la mesa y ambas empezamos a perdernos bajo los altos árboles, escuchando de fondo el sonido del rio que atravesaba aquel valle.

Pronto empezaron las primeras bromas sobre la versatilidad de aquellos pinos con tantas ramas. No era difícil imaginarla atada a alguna de ellas. Tampoco visualizar su trasero ardiendo apoyado sobre la corteza rugosa de algún árbol…. Ni verla caminar a cuatro patas por aquel complicado sendero.

El ambiente se iba caldeando. Las ganas siempre están presentes y casi cualquier lugar es bueno para dejarlas fluir. Pero éramos conscientes de que a unos pocos metros habíamos dejado gente y siempre tratamos de mantener nuestra intimidad alejada de miradas.

Seguimos caminando y disfrutando de aquel rato de intimidad. Estaba claro que podíamos disfrutar de casi cualquier instante que compartamos.

Pero fue al bajar unas escaleras cuando vimos lo que parecía una construcción. Nos acercamos a cotillear y efectivamente lo era. Un viejo molino de agua había estado allí muchos años atrás. Lamentablemente poco quedaba de su estructura, pero aun así se podía visualizar lo bonito que había sido en algún momento. 


 

El murmullo del agua sonaba con más intensidad, la misma que la de nuestras miradas cuando se cruzaron y nos hicieron conectar de esa otra manera.

Esa que nos enciende y que hay que apagar de alguna forma.

La coloqué debajo de lo que en algún momento había sido una puerta, desabroché lentamente los botones del vaquero que llevaba y lo bajé junto con sus bragas a la altura de sus tobillos.

Expuesta ante cada uno de esos árboles que dejaban pasar los rayos de sol a través de sus ramas.

Una de ellas se había caído dentro de aquella vieja estructura, y parecía que casi hubiera sido colocada para usarla… Rompí el último trozo, el más largo y fino y lo sacudí en el aire para quitarle el polvo que pudiera tener.

Aquel sonido pareció alterar su particular tranquilidad. Su cuerpo se tensó y sus manos se agarraron con fuerza a la pared de piedra.

Me acerqué por detrás y pasando la vara por delante de su cuerpo para que pudiera verla.

¿Quieres que la use?

Sí, Mi Dueña.

Apoyé mi mano izquierda sobre el marco de la puerta, sujetando aquella rama para que pudiera verla y mi mano derecha comenzó a azotar sus frías nalgas.

Pronto sus primeros gemidos se mezclaron entre el sonido del agua y del viento que atravesaba aquel bosque.

Aquel, aunque no dejaba de ser un ejercicio bastante conocido para las dos, estaba lleno de otros matices dados por la situación. Quizás el lugar, un poco más expuesto de lo normal o por haber surgido como una necesidad de saciarnos, lo estaba intensificando al máximo.

Ambas estábamos concentradas y disfrutando de aquel momento, dejándonos llevar y perdiendo la cuenta de cuantas veces la palma de mi mano se había unido a la piel de su trasero.

De nuevo aquella magia nos había unido y estábamos aprovechando ese rato de soledad para convertir algo tan sencillo como un paseo en un magnifico recuerdo que nos proporcionaría muchas sonrisas en el futuro.

Tan ensimismadas estábamos, que fue al parar de azotarla para que pudiera coger aire y separamos nuestra mirada la una de la otra cuando pudimos ver que ya no estábamos solas.

Al final de aquella escalera cubierta de húmedas hojas unos ojos azules nos observaban detenidamente.

Uno de nuestros acompañantes en el picnic llevaba un rato compartiendo aquel encuentro… Y parecía estar disfrutándolo casi tanto como nosotras…

1 comentarios:

criadosumiso dijo...

Erótico y atrayente relato. Se me ha erizado la piel mientras lo estaba leyendo e imaginaba la escena. Dominación y sensualidad. Gracias AMA ISTHAR por compartir estos momentos tan deliciosos y excitantes. Quedo a sus pies . criadosumiso

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