1 abr 2020

Pinceladas de Calor.


Por fin estaba en aquel lugar que tanto extrañábamos. Hacía mucho tiempo que no conseguíamos cuadrar fechas para poder disfrutar de todas las posibilidades que nos ofrecía. 

Era rara la vez que en nuestras conversaciones no recordásemos los momentos que nos habían proporcionado las ventajas de aquella casa. Sus vigas, su terraza… 

Y allí estaba, esperándole una vez más. Sentada en aquel sofá que tanto nos conocía. Ya saboreaba todo lo que estaba por venir. Tenía muy claro lo que me apetecía de él y no iba a dejar pasar la oportunidad.

Escuché como aparcaba y esperé el tiempo necesario para abrir la puerta. Es en esos momentos en los que no hacen falta palabras, cuando realmente siento que es mío. 

No hizo falta decir nada para tenerle contra la puerta devorándole con todas las ganas acumuladas.

Instantes que sin duda siempre se hacen cortos pero que dan pie a otros más necesarios. 

Poco tardó en entender que le quería sin ropa, mientras subía por la escalera podía verle desnudándose a toda velocidad y quizás arrepintiéndose de hacerme esperar demasiado.

Sabía donde debía colocarse. ¿Cómo puede ser que nos entendamos tan bien? Me ofreció sus muñecas para que le pusiera aquellas muñequeras que no salían demasiado de mi maleta. 

Alzó sus brazos hacia aquella cuerda que colgaba de la viga y acababa en un mosquetón, no quería que desperdiciáramos ni un segundo y era consciente cuanto me apetecía usarle. 

Verle así me hizo sentirme más afortunada y cualquier cosa puede esperar cuando lo que más me apetece es tenerle entre mis brazos.

Cuando le tuve listo, dediqué parte de mi tiempo para dejar las luces necesarias. No necesitaba demasiada para lo que iba a pasar, pero si la suficiente para verle con claridad. Reflejos dorados iluminaban su cuerpo que impaciente me miraba esperando que aquel ritual acabara y empezara con el siguiente. 



De todo lo que había preparado sobre aquella cama, cogí a “lola”. Ella casi siempre tiene prioridad.  

Me acerqué mucho a él, sin poder reprimir una sonrisa. Su respiración, un poco agitada, marcó mi cuello cuando hundió su cabeza en el, haciendo que yo también cogiera aire. 

Puse a “lola” entre sus labios y volví a separarme lo necesario para poder observarle. Recorrer con la mirada un cuerpo que casi conozco tanto como el mío.

Me quité la parte de arriba, liberándome de algo que pronto iba a molestarme, dejándolo en una de las sillas para alargar un poco mas ese instante.

Volviendo a su lado, para quitar a mi fusta favorita de su boca y recorrerla con su lengüeta. 

…. ¿Empezamos?.....

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