Llevaba ya un rato poco pendiente de la charla que se
mantenía en aquella mesa.
No dejaba de mirar de reojo al reloj del teléfono y aunque
sabía que se retrasaría, me preocupaba que llegara demasiado tarde.
Se conversaba sobre fetichismos, los más comunes y otros
menos conocidos. Pensé en el calor que desprendía su trasero después de
azotarle.
Si… Hay fetiches muy extraños.
Creo que sería una gran jugadora de póker, lo de poner cara
de que algo me está resultando interesante cuando no me está importando demasiado
se me da demasiado bien.
Las primeras notas de “In the End” de Linkin Park sonaron en
el bar, y de alguna manera todo se hizo silencio. Hay canciones que te llevan
directamente a momentos, y a mí esa canción me trasladó a un sofá, uno donde él
estaba desnudo y recostado sobre mí. Uno de esos en los que mis dedos aun
sentían las marcas que le había dejado un rato antes.
Y de nuevo mi mirada al reloj.
Casi todos teníamos el vaso vacio, así que decidimos pedir
otra ronda.
El camarero estaba sirviendo las bebidas cuando le vi
entrar. Su cara de agobio por el retraso era evidente. Echó un vistazo rápido
hasta encontrar nuestra mesa. Localizó mi mirada atenta y no la perdió hasta
que estábamos juntos.
Mientras caminaba hacia nosotros, no pude evitar pensar en la
suerte que tengo de que a veces cuide tanto los detalles, cosas que solo son
importantes para él y para mi, y que pasan desapercibidas para el resto del
mundo.
Era la primera vez que compartíamos un café con más gente.
Habíamos hablado mucho de cómo seria y de cómo nos sentiríamos.
Me levanté a saludarle, me besó en la mejilla y sonreímos.
Evidentemente hay cosas muy nuestras.
Presentaciones de rigor, alguna broma con los conocidos y de nuevo volvimos
a una charla normal en aquellas circunstancias.
Intercambiamos varias miradas, algunas que evidenciaban esa
conexión que no puede esconderse. Le notaba un poco nervioso. Demasiado callado
para lo que suele ser habitual.
Cogí su mano. A veces no basta con estar cerca…
Pasado un rato, la charla se animaba cada vez más. Había
buen ambiente y todos estábamos cómodos. Las vergüenzas iniciales habían pasado
y ambos estábamos disfrutando del evento y de las conversaciones.
- - ¿Te acuerdas cuando hablábamos de cómo sería estar en un café con más gente?
- - Sí, Mi Dueña.
- - Entonces, recordarás cuando te dije que iríamos al baño y a que, ¿verdad?
- - Si.
Me encanta cuando cambia la expresión de su cara, pero en ese
momento en el que intentó que nadie más lo notara, fue doblemente placentero.
Cogí mi bolso, lo coloqué en mis rodillas y no hizo falta
decirle que mirase dentro. El plug que llevaba en el, estaba lo suficientemente
colocado para que solo con abrir el bolso se viera.
Una cafetería no es el mejor sitio para hacer ciertas cosas,
así que con la disculpa de ir a buscar algo al coche nos ausentamos un momento.
Podía percibir sus nervios mientras caminábamos aunque
tratara de disimularlos.
Llegamos al parking y buscamos su coche. Al llegar abrí de
nuevo el bolso y lo deje sobre el capó. Le empujé para que se apoyara en el coche,
tiré de su camisa para sacarla del pantalón, llevé mis manos a sus pezones y
los pellizqué con fuerza.
En aquel momento volvíamos a ser nosotros, con todo lo que
implica.
Necesitaba sus jadeos ahogándose en mi cuello. Bajé de nuevo
mis manos y le desabroché el cinturón. Cuando hay ganas la velocidad se hace
patente.
Podía observarle mirando alrededor, por si alguien se
acercaba. Poco a poco solté los botones, y di cierta holgura a su cintura.
Le di la vuelta.
- - ¿Puedes apoyar las manos en el techo, por favor?
- - Sí, Mi Dueña.
Bajé lo justo su pantalón para poder meter mi mano por
debajo de sus calzoncillos.
Clavé mis uñas en una de sus nalgas…
- - ¿Quieres que te joda aquí mismo?
- - Por favor…
- - No entiendo, ¿eso es un sí?
- - Sí, Mi Dueña.
Cogí del bolso el plug y un pequeño bote de lubricante.
Nunca se sabe lo que puede dar de sí el bolso de una Domina.
Lubriqué mis dedos y sin mucho esfuerzo estaba dentro de él.
Nuestros últimos juegos han facilitado mucho ciertos trabajos.
El plug entró con un poco mas de esfuerzo, pero tampoco
tardó demasiado. Jugué un rato con el, sacándolo y metiéndolo poco a poco.
Un momento breve, pero intenso
.
Lo apreté hasta el fondo, para que quedase bien colocado. Le
di la vuelta y compartimos una sonrisa de satisfacción.
- - Deberíamos volver al café.
- - Sí, Mi Dueña… pero…
- - Si, mejor te colocas la ropa, no vas a ir así por la calle.
- - Pero…
- - ¿No tenías tantas ganas de ir a un café? Todo tiene su precio.
No dijo nada más. Se vistió rápidamente y pusimos rumbo a la
cafetería. No había pasado demasiado tiempo, pero si el suficiente como para
que se notara que aquella salida tenía un motivo.
Nos sentamos de nuevo y aunque nadie dijo nada, era evidente
que alguno de los presentes se preguntaba a que habríamos salido y seguro que
más de uno tendría su propia versión.
Pedíamos otra ronda mientras una de las Dominas presentes,
se acercó y le dijo:
- - ¿Vas a poder aguantar con eso ahí dentro hasta que lleguemos a la casa rural?
¿He dicho ya cuanto disfruto cuando cambia su cara?
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