Cuando nos cruzamos en aquel semáforo, algo me dijo que
volveríamos a hacerlo.
Después de aquel encuentro fortuito, habíamos cambiado unos
cuantos mensajes, con la esperanza de volver a vernos. Pero a veces la vida
marca sus propias fechas y no había sido posible.
Poco a poco, los mensajes se fueron distanciando hasta
desaparecer de nuevo.
Ha tenido que ser hoy, en aquel viejo parking del centro de
Oviedo donde nos volvimos a encontrar.
Yo esperaba en el coche, y tu justo aparcaste en la plaza de
al lado. Miraba mi móvil cuando subí la cabeza para ver quien llevaba la música
tan alta. Y ahí estabas tú, también ojeando el móvil.
De nuevo, nuestras miradas se juntaron y sonreímos como
siempre, sonreímos igual que en aquel último semáforo.
Nos bajamos de nuestros respectivos coches y nos abrazamos.
El tiempo no pasa cuando algo sienta bien.
Y cuantas cosas se pueden decir sin tener que hablar. Cuanto
se puede recordar en un minuto.
Un parking puede ser testigo de cosas, de momentos que pasarían
inadvertidos para otros, pero que sin duda siempre dejaran una gran sensación
cada vez que otros entren a aparcar en el.
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