Se presentaba una semana muy intensa por delante.
Después de mis vacaciones “oficiales” me tocaba poder pasar
una semana con él, en un pequeño pueblo cántabro.
Por primera vez en nuestra relación, sería él quien se
encargaría de todo lo relativo al viaje.
El viaje fue muy entretenido, o al menos para mí, creo que sus nervios queriendo que todo fuese
perfecto no le dejaba relajarse del todo.
La entrada a aquel pequeño pueblo era espectacular, rodeada
de montañas y un rio que cruzamos varias veces disfrutando el paisaje.
Cuando llegamos a nuestro destino, después de habernos
perdido alguna vez por culpa del gps provocando varios resoplidos tras promesas
de cobrarme la espera, se encargó de hacer el cheking en aquella preciosa
casita y sacó todo lo que había en el coche necesario para aquella semana.
Mientras, yo paseaba conociendo un poco la zona, disfrutando
de la tranquilidad de lugar y aprovechando para ver que “recursos” me ofrecía
aquel sitio.
No tardó mucho en enviarme un mensaje para decirme que ya
estaba todo listo y que… ” ya podía volver”.
- ¿Ahora me dices tú lo que puedo o no hacer? Le dije según me abrió la puerta.
- ¿Ahora me dices tú lo que puedo o no hacer? Le dije según me abrió la puerta.
Parece mentira como puede cambiar la cara de alguien con tanta rapidez.
- Perdón, Mi Dueña.
Busqué la bolsa donde llevaba todo lo “divertido”…
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